presente.
Los últimos acontecimientos en que de todo
lo
absurdo y grotesco, se ve de todo,
y se exaltan los ánimos y las controversias
como si se tratara de épicas epopeyas
que decidirán el futuro del universo,
me
han llevado a meditar profundamente
y salirme de mi cómodo ver las cosas
que ya
no me atañen tan directamente.
Sobre todo me ha acicateado la conciencia
el ver
como se está manipulando
y oprimiendo a lo que he venido sosteniendo
que es la
solución definitiva, aunque no
a corto plazo, de las desdichadas
circunstancias
por las que está pasando
nuestra patria.
En otras palabras, la juventud,
o ya manipulada e
inconsciente,
u oprimida y perseguida por querer
levantar la voz y hacer algo
de lo que
debieran estar haciendo los adultos.
Me ha dolido tanto la inmadurez
de la joven que se
sienta
sobre la enseña patria
como la persecución y prisión
del otro joven
activista.
Y todos los bandos se escudan,
se empecinan, y se
ufanan
de estar actuando conforme
a lo que ellos llaman su verdad
y su llamado
a restaurar
derrocando lo que a su entender
los oprime, o se escudan
en la
fuerza bruta para mantener
el control que han obtenido.
A través de mis ya largos 74 años de edad,
aunque
estos pensamientos los escribí
hace ya 20 años, sin que hayan perdido
hasta la
fecha su realidad y vigencia,
no ha dejado de asombrarme jamás
el que la verdad
sea tan elástica,
y que acepte tan infinitas variaciones,
sin dejar de ser, por
ello, una verdad
valedera para cada individuo
involucrado en este ejercicio
motivacional.
La razón de ello, a mi entender,
es la capacidad
casi infinita
de racionalización de los hombres,
que pueden, en el ejercicio de
la misma,
llegar a justificar, y convencerse
de estar en lo cierto, en
cualquier cosa
o esquema particular.
Aunque ello sea en realidad
una contradicción
absoluta
de lo verdadero, racional o lógico,
en términos de la posición adoptada
y defendida, hasta un segundo antes
de la necesidad de cambio
a que se vean expuestos u obligados.
Por eso creo, que mejor que hablar de
“la verdad”
así en abstracto,
lo que deberíamos hacer es hablar de
“nuestra verdad
particular”,
de “nuestro entorno personal”,
de “nuestras motivaciones
internas”,
que son las que determinan,
y configuran, la justificación básica
de
todas nuestras acciones.
Lamentable es, a mi juicio, el no tener
una verdad
personal,
consistente e invariable
a través de los años,
porque entonces no
quedaríamos
sujetos a los vaivenes
de la interpretación de los demás.
Interpretación teñida, por no decir
influenciada o
condicionada por lo que
ellos consideran su verdad,
y que desean imponer,
para
poder están en consonancia
con sí mismos y el entorno material,
social y
político que los rodea.
Ello origina un juego cruel, sin piedad,
de espejos
escondidos tras de otros espejos,
como máscaras
y marionetas
de carnaval que se mueven frenéticamente
sin haberse dado
cuenta
que se ha interrumpido la música.
El símil más perfecto para comprender
esto es el
contemplar, habiendo quitado
completamente el sonido, las imágenes
que se
mueven, gesticulan y danzan
en las pantallas televisivas,
sobre todo cuando,
teniendo en la mano
el instrumento de control remoto,
cambiamos de canal en una
forma
rápida y constante.
Desde entonces, y sobre todo ahora,
que ya mis años
me permiten comprenderlo
con más claridad, veía que no hay objeto
en someterse
a ciegas a ningún sistema,
ya que ninguno asegura la estabilidad
permanente de
sus miembros.
Esta seguridad y aceptación grupal
tan solo es
provista
mientras se es útil o conveniente
el tenernos, exhibirnos,
o
aprovecharnos en favor
de los intereses particulares
de los que controlan el
grupo.
Por lo tanto la lealtad se ve condicionada
por la
conveniencia, y los compromisos
(sobre todos aquellos que violan
las
obligaciones y derechos sociales
en general) por la presión
de la conveniencia
deben ser decididos,
tomando siempre en cuenta
las consecuencias previsibles
en
caso de no contar con la protección
del grupo, ya sea por razones de tipo
social,
económico o político.
Deberíamos tener siempre en mente
las predecibles
consecuencias,
en caso de que perdamos la protección
del grupo, cualesquiera
que sean las razones,
aislamiento, rechazo o abandono.
Es la única manera de conservar intacta
nuestra sanidad mental, espiritual
y emocional en los tiempos de derrota
o
adversidad.
2da. Parte. Ideales e integridad
en contraposición al
pragmatismo
y al oportunismo.
Podemos darle el nombre que queramos
a las reclamaciones y conflictos
pero
el problema es el mismo
aunque como avestruces hundamos la cabeza
en el suelo y
no queramos reconocer
en qué estamos cayendo en falta..
¡Falta de ideales! ¡Falta de fe,
de
esperanza! ¡Falta de motivación
para
vivir, por la abundancia de motivos
para morir! a como uno de mis hijos
manifestara en un conversación
con un grupo de adolescentes amigos,
que tuve la
oportunidad de escuchar
sin proponerme, ya que me encontraba
en la mesa del
comedor, escribiendo,
mientras ellos platicaban en la sala
de nuestra casa.
Ellos discutían sobre lo que consideraban
eran las causas fundamentales
de
los conflictos y de las alternativas
que avizoraban en un futuro ya cercano.
Yo no podía dejar de pensar
que era
lamentable que a tan temprana edad
ya estuvieran viendo en forma tan
inquietante
y pesimista desde el punto de vista moral
y tan creativamente desde
el punto de vista
de un materialismo sin límites.
Y todo porque hemos descuidado la selección
y entrenamiento de
verdaderos líderes.
No de los que aman y se desviven
por aparecer al frente de
la procesión
de las masas.
Y por primera vez tomaba en consideración
de la alternativa que presentarían
estos líderes si a la vez fueran cristianos
convencidos, no de su autoridad
para marchar adelante,
sino que de su necesidad
de ser verdaderos seguidores
y
servidores de Cristo,
y por lo mismo líderes por su ejemplo
a todas horas en
presencia
o ausencia de testigos y no
por su carismática prestancia
o presencia en los podios y púlpitos.
Me refiero a los políticos,
sacerdotes,
pastores, líderes sindicales
o de cualquiera otra de la serie de
grupos
y organizaciones que se agitan
en proselitismo constante.
Me refiero a los empresarios
y comerciantes y
sectores financieros
que compran voluntades.
Me refiero otra vez a los políticos
así como a los militares y líderes
sindicales
y obreros que se ponen al servicio de ellos
o de causas foráneas más
funestas.
Me refiero al carpintero, al plomero,
al mecánico, al técnico, al obrero,
al profesional y al activista,
conocedores de su valía personal
y su honestidad
a toda prueba
al punto de no pensar siquiera en pedir
más pero al mismo tiempo
conscientes
de su derecho a no recibir
menos
de lo que se merecen sus esfuerzos.
Al calor de las discusiones amenas
comencé a visualizar individuos,
hogares, familias, comunidades
y sociedades con valores morales,
positivos y
reales, cristalizados
en los valores sociales correspondientes.
Ello me llevaba cada vez con más
insistencia a la convicción de que entrenar,
motivar y desarrollar este tipo de líderes
es la más importante necesidad
en
nuestras sociedades.
Necesidad real,
inevitable,
y no tan solo soñadora, irrealizable o utópica.
Para estas fechas ya estaba convencido
de que si no cambiábamos
a nuestras
sociedades
en una forma radical
nos veríamos abocados
a la destrucción completa
de las mismas.
Tal
vez no por medio de una revolución
empobrecedora, lo que es muy posible,
sino
que para mayor desgracia,
por no poder combatirla
tan abiertamente, a través de
una
sociedad materialista,
aparentemente progresista
y abundante en riquezas,
que,
a pesar de las diferencias insalvables
y cada vez más profunda
entre las
clases sociales,
nos impulse a sacrificar todo
por el bienestar personal y el
éxito.
Comenzaba a creer que el camino
no era el sacrificio sino la preparación
de
los jóvenes.
Que más que convencer y
obtener
seguidores intolerantes y ciegos
se necesita educar, y enseñar
a
discriminar entre lo real y lo falso,
entre lo fundamental y lo superfluo,
entre la comprensión,
la flexibilidad sin componendas
y la intolerancia fatua,
ignorante y orgullosa.
Todas las demás alternativas han fallado.
Destruir para reconstruir luego
no es posible.
Formar grupos de elegidos
para luego
considerarse poseedores
únicos de la verdad y la justicia,
e intolerantes
defensores de un Dios
que no necesita defensa, tampoco.
Porque de seguir así no habrá nada
que restaurar o reconstruir.
Lo que tendremos será tan solo masas
intolerantes y proclives al fanatismo
y la violencia.
Lo que hay que hacer es secar
las lágrimas de
los indefensos
o impotentes, sobre todo entre los jóvenes.
Sanar las amarguras. Alimentar los
cuerpos
y los espíritus hambrientos.
Entrenar, educar y continuar educando
para que puedan discriminar lo
verdadero
de lo falso y aparente para poder enfrentar
con posibilidades de éxito al futuro incierto.
Sin embargo la tarea de la recuperación
de nuestros valores permanentes
y
la reconquista de la libertad espiritual
y material tanto individual como
familiar
y social implica el reconocimiento
y análisis sincero de nuestras
erróneas
actuaciones y motivaciones pasadas
y el convencimiento
de que esta
recuperación
y reconquista es labor conjunta de todos.
Ello es requisito indispensable para llegar
a la convicción de que cada
acción nuestra,
presente y futura, sirve de catalizador
para originar la
reacción debida
en los demás, en clara advertencia
de la responsabilidad
personal
tanto a nivel de seguidores
y con mayor razón de liderazgos.
Debemos por lo tanto actuar
sin aspavientos,
alharacas ni posiciones
y
actitudes dirigidas al gran público,
sin adornos innecesarios
de elocuencias
baratas
ni actuaciones pintorescas
diseñadas para el consumo
y aceptación
delirante de las masas.
Como de nada sirve el perderse
en elucubraciones subjetivas y abstractas
debemos tener el coraje de analizar,
reconocer y llamar
a las situaciones
actuales
por su nombre.
Los mismos
síntomas,
las mismas actuaciones y errores,
las mismas manipulaciones malévolas
de los agentes del caos
de nuestro pasado histórico,
no han dejado de titilar
en un caleidoscopio alucinante,
en cada uno de nuestros países,
aún en el más
poderoso y desarrollado,
sin importar cual éste sea.
Una cosa tan solo quiero enfatizar.
El que a la par de la gente común
también los líderes actuales,
políticos, económicos, religiosos,
militares, sindicales
o de cualquier otro
tipo
que podamos determinar como influyente,
tienen que cambiar.
Y cambiar ya, o nuestros hijos
nos arrastrarán en su voluntad de cambio,
por anárquico que sea,
sepultando los últimos vestigios
de racionalidad,
sensatez y experiencia,
en una catástrofe ineludible
en la que pocos podrán
sobrevivir,
siendo estos pocos los que tal vez
puedan reconstruir la sociedad
con los despojos que queden
entre las ruinas humeantes.
Este cambio en el liderazgo
es imprescindible
porque a la par de la
notoriedad
va aparejada la responsabilidad
ante la sociedad.
Sin embargo no hay que desesperarse.
Todavía hay fuerza interior entre
nosotros.
También debemos estar conscientes
de que la juventud siempre hará frente
al reto del futuro.
Nuestra responsabilidad primaria
debe ser guiarlos de manera
que no lo
hagan de la manera equivocada.
Nuestra
misión habrá de ser, hoy por hoy,
reflexionar, cambiar e incitar el cambio
en
los demás por medio
de nuestro testimonio coherente.
Y como los pensamientos, las teorías,
las elucubraciones, se quedan
tan
solo girando vanamente
en nuestras mentes,
como hojas lanzadas al viento,
si no
se ven plasmadas
en circunstancias específicas
que les den credibilidad y
sustento,
quiero mencionar el ejemplo
de la catástrofe moral,
individual y
colectiva
que ha implantado sus raíces
en nuestra sociedad nicaragüense.
Trataré de resumir lo más conciso
posible el desarrollo histórico
de la
revolución nicaragüense,
por ser lo que más de cerca
puede afectar nuestras
ideas,
decisiones y acciones en los ámbitos
individuales y colectivos
de la
sociedad en la que estamos inmersos.
3ra. Parte. LAS IDEAS TIENEN
CONSECUENCIAS
Para poder analizar la sociedad actual,
la sociedad futura y las
características
de un posible desarrollo de la misma
debemos primero analizar
el por qué llegó a existir
el sistema social causante de la crisis.
Es la única manera que nos puede llevar
a definir lo qué tendrá que
cambiarse
para hacer posible una nueva situación,
sistema o gobierno que llene
las aspiraciones legítimas del pueblo,
de manera que puedan encauzarlo
hacia un
gobierno legítimo y responsable,
sin importar las condiciones, pecados,
errores
o merecimientos anteriores.
Para ello debemos primero determinar
la naturaleza básica y verdadera
de
los acontecimientos precursores
de las crisis sociales.
Debemos reconocer
que la tendencia mundial
presente
es la afirmación globalizante
de la primacía de los pensamientos
y
sistemas socialistas.
Ello sucede dentro del más amplio espectro
de los cambios sociales, desde la defensa
de los derechos preconizados
y defendidos por
los elementos
de izquierda hasta los esquemas
más radicales que patronizan
los
movimientos revolucionarios
y la aniquilación de los sistemas
y conceptos
capitalistas.
Algún día habrá de reconocerse
que durante estos cambios radicales,
usualmente el pueblo pierde
la capacidad de auto analizarse,
auto
disciplinarse, auto capacitarse
política y socialmente
Doloroso, vergonzoso, pero indispensable
es el tener que reconocer que,
en casi
todas las etapas históricas,
las masas han
dependido
de hombres fuertes,
o manipuladores y capaces
de negociar su
permanencia política
con los estratos tradicionales
que controlan la economía
nacional.
La tónica ha sido siempre
el intercambio incesante
de aceptación o
tolerancia mutua,
a cambio de la
permanencia
y protección de los privilegios
que favorecen a ambos,
sin tener en
cuenta
ni importarles en lo mínimo
el legítimo y real bienestar
de la masa a la
que les interesa
mantener manipulada e ignorante.
Esto es lo que hay que cambiar.
Esta
tendencia a admirar, fomentar, seguir
ciegamente a los caudillos de turno,
desfogando nuestros sentimientos
de inseguridad, inferioridad, ineficiencia,
y
oportunismo, en la insensata vulgaridad,
intolerancia y violencia
de la que
hacemos gala,
y que insensatamente
pregonamos como el fundamento básico
de
nuestra personalidad individual y colectiva.
4ta. Parte. La conflictiva caja de Pandora
de nuestros
tiempos.
Seamos prácticos. Pongamos sobre la
mesa
la panorámica total de los elementos sociales
conflictivos de nuestros
tiempos.
¿Qué es lo que, abiertamente,
tenemos que definir, confrontar,
retar y cambiar?
¿En qué segmento del rompecabezas
nos hemos colocado?
¿Qué podemos esperar de cada uno
de los otros
segmentos individuales
y colectivos que están destrozando
y comprometiendo el
futuro
de nuestra sociedad?
Analicémoslo y decidamos qué hacer,
de una vez por todas, por largo y
tortuoso,
doloroso y sacrificado, que sea el camino
que tendremos que
recorrer.
Y después de decidir lo que
haremos,
dejemos de hablar
y comencemos a caminar
dejando atrás algo valioso y
positivo
para nuestros descendientes.
Y si no podemos o no nos decidimos
a hacerlo, no sigamos lloriqueando
como
plañideras alquiladas,
y dobleguémonos bajo el yugo
de la opresión de los que
no tendrán
piedad alguna de nuestra miseria y
desamparo.
El panorama social no ha cambiado.
Ha evolucionado de mediocre a peor.
Existe un hecho innegable.
Un
sistema ha sido reemplazado por otro,
impulsado por idealismos equivocados,
aprovechamientos despreciables,
oportunismos sangrientos.
Y está siendo reemplazado por otro,
más
violento, más cínico.
Un sistema que no
se preocupa
en absoluto de mantener las apariencias.
Por lo tanto, de qué nos sirve el gritar
y pregonar que es una triste copia
del sistema derrocado?
¿Qué objeto tiene
el tratar de aparecer
como héroes cuando persistimos
en seguir a caudillejos
que no tienen ninguna estatura moral,
pregonando que es necesario escoger
de
entre lo pésimo lo que sigue siendo malo
tan solo porque es nuestro,
nuestra
alternativa para enfrentar lo peor?
¿Por qué seguimos rehusándonos
a
reconocer que el sistema actual
tuvo la agudeza de construir
un ciego soporte
entre ciertos sectores
de la población dándoles a unos cuantos
los despojos de
los que fueron obligados
a exiliarse?
Porque la propiedad tan indebidamente
adquirida no será regresada nunca,
ni
a regañadientes,
a no ser que unos cuantos claudiquen
y mendiguen lo que nunca
inclinará
la balanza del poder y del control.
Por algo se siguen repartiendo
títulos de propiedad que legitiman,
aparentemente, la rapiña y el despojo
de lo que es ajeno
y lo que no ha costado
más
que la claudicación del honor,
la integridad y la conciencia.
Si la solución se tendrá que gestar
en el futuro… ¿Qué estamos haciendo
para prevenir que lo conquisten
con migajas sobornadoras, c
omo son las tristes
becas y bicicletas,
mochilas y camisetas,
distribuidas a diestra y siniestra?
Y
abiertamente,
a cambio de sumisión y apoyo.
5ta. Parte. Los actores…
¿Quiénes son los actores
en este
trágico sainete?
¿Los derrotados que han tenido
que resignarse a vivir en el exilio
o
subyugados y silenciosos
al no poder decidirse a marcharse?
¿Los silenciosos sobrevivientes
que encontraron un relativo acomodo,
aunque
sea en el exilio, y prefieren
que las cosas sigan su curso,
para aquietar la
conciencia
o auto justificar erróneas decisiones,
para ser lo más benévolo
posible?
¿Los bulliciosos protestantes
que tan solo saben gritar?
Además de los que gritan esperando
que los
inviten a formar parte
del sainete político
y de la repartición de prebendas
ni
ganadas ni merecidas?
¿Los que han sabido acomodarse
y pasan su tiempo en recuerdos
de situaciones
que no volverán
a repetirse jamás?
¿Los silenciosos oportunistas,
que usan ese pasado para abultar
falsas
credenciales y pretender
que deben ser tomados en cuenta
en la manipulación de
las ignorantes
o fanáticas masas?
Los divididos y los especialistas
en dividir, que pretenden ser pragmáticos
al escoger de los males el menor,
y de las malvados el que los acomode
en la
partición de los privilegios
y prebendas que se desean obtener?
¿Los cínicos manipuladores
que se disfrazan de redentores
olvidando o
pretendiendo
que se olviden sus crímenes de ayer,
los de hoy y los que piensan
cometer
en el futuro?
¿QUIÉN ERES TÚ?
¿EN QUÉ LUGAR TE HAS
COLOCADO?
¿QUÉ ESTÁS PENSANDO HACER?
RECUERDA… ESTO NO ES TAN SOLO
UNA PESADILLA LOCAL.
ESTO ESTÁ SIENDO REPLICADO POR DOQUIER.
COMENTARIOS FINALES
Bien decía un prestigiado jurisconsulto,
con el que compartí los meses del
asilo
en la Embajada de Guatemala….
“Lo triste y doloroso no es lo que perdemos
en estos momentos.
El que sabe trabajar se levanta de las
cenizas
y las adversidades.
Lo triste y
doloroso es que los que hoy se creen
triunfadores lo que han hecho es propiciar
la derrota
de las generaciones venideras.
Que la patria vuelva a ser aunque sea un triste remedo
de lo que ya
había sido, será a costa del sacrificio,
la desesperanza, las manipulaciones y
gritería
de los mediocres que surgirán
como hongos tras la lluvia y la
tormenta.”