Friday, September 19, 2008

Como en Jeremías Capítulo 17 versículos 7 y 8

En Jeremías 17 versículos 5 y 6 El Señor dice que el hombre pone su confianza en los hombres y se olvida de El será como un arbusto en el desierto y vivirá entre las piedras en medio de las tierras yermas y estériles. Luego en los versículos 7 y 8 bendice al hombre que deposita su confianza en El y declara que será como un árbol plantado a la orilla de un río y que extiende sus raíces hacia la corriente y no temerá cuando lleguen los calores.

Hace ya varios años, mientras residíamos en Los Estados Unidos, involucrados en excitantes actividades misioneras, tuve la oportunidad de ser invitado a pasar un fin de semana en un parque recreacional a la vera de un plácido riachuelo y pudimos descansar todo el día con nuestras cabezas sobre la suave y acolchada ribera y nuestros pies sumergidos en las aguas de la más agradable frescura que pudiéramos haber soñado gozar en un caluroso verano.

Se sentía uno tan feliz al pensar que esa era la forma de vivir mientras se obedeciera a Dios. Los ruidos citadinos se sentían tan distantes que pensaba que probablemente tendríamos que regresar a las calles bulliciosas pero siempre podríamos apartarnos de su violenta turbulencia para descansar a como estaba sucediendo ese día. La bucólica imagen que rondaba por todos los rincones era la de los buenos y exitosos tiempos que serían la rutina diaria mientras extendíamos nuestras manos y abríamos nuestros corazones a los sufrientes, los rechazados y abusados de este mundo.

Durante los últimos 6 años de servicio ministerial en nuestra nativa Nicaragua, sirviendo al Señor al proteger a sus niños abandonados, vivimos en un muy tradicional vecindario, tan solo a una cuadra de distancia del pequeño y acogedor parquecito al otro lado de la calle de la residencia de una Ex Presidenta, en el mero centro del barrio conocido como el Reparto Las Palmas.

El Señor ya nos había enviado de regreso a nuestros hogares propios, ubicados en vecindarios de confortables clases medias en Guatemala y en El Salvador. Sin embargo hacía tan poco unas semanas nos habíamos visto obligados a regresar por motivos familiares y nos hospedábamos en la casa de uno de nuestros hijos, ubicada asimismo a una cuadra de distancia del mismo lugar pero en dirección opuesta a la casa que había sido nuestro hogar por todos esos años.

En mi pensamiento reinaba la idea de que estaba gozando nuevamente el descanso a la vera de otros plácidos riachuelos, preparándonos para futuras actividades misioneras. Alegremente afirmaba, agregando en alguna manera a lo expresado en Eclesiastés que era una realidad lo de que había un tiempo para dar y un tiempo para recibir, porque no se puede dar si no se tiene y hay que rellenar de nuevo las alforjas para poder seguir dando a como estime necesario El Señor.

Adicionalmente expresaba que el descanso que gozábamos era el bien ganado descanso del guerrero. Pero el Señor me tenía preparada la siguiente lección en el curso de vida y crecimiento espiritual, al forzarme a enfrentar lo que estimaba eran tan solo ataques espirituales del espíritu que domina al mundo queriendo destruir nuestra felicidad familiar y forma de vivir.

Hace apenas dos semanas tuvimos que regresar a nuestra tierra nativa por asuntos familiares hospedándonos en casa de otro de nuestros hijos, tan solo a dos cuadras del mismo parque pero en dirección opuesta a donde vivíamos anteriormente.
Mi esposa y yo, en compañía de mi hijo y nuestra última nieta salimos a distraernos un poco en el hermoso y limpio parquecito donde solíamos ir a pasar tiempos agradables con nuestras antiguas nietas postizas.
¡Qué choque emocional el de observar tanta basura desperdigada por todo el parque y ver a adultos y jóvenes sentados y a niños jugando como si el depresivo ambiente fuera la más natural circunstancia! ¡Y eso tan solo al cruzar la calle a la acera opuesta a la residencia ex presidencial!


¡Claro que hay un tiempo para laborar arduamente y otro para descansar! ¡Y tiempo para rejuvenecer nuestro ser interior! ¡Tiempo para ser no tan solo un árbol cualquiera, sino que una palma real, a semejanza del nombre del parque en que tratábamos de entretener a nuestra nieta! ¡Dios no quiere que seamos un arbusto cualquiera! Y me preguntarán por qué. En ese preciso instante no me percataba de ello, pero todo me resultó de una claridad meridiana muy temprano a la mañana siguiente al acudir a cambiar unos cuantos dólares en el banco al otro lado del parque.

Esa mañana, esperando a que el banco abriera, me senté sobre el borde del arriate de flores justamente frente a sus puertas. Una abejita trató de posarse en mi frente y me forzó a darme cuenta de las muchas otras que oficiosas y zumbantes se aglomeraban sobre las flores de una hermosa y silente palma real justamente ante mis ojos.

Y una súbita realización me hizo saltar de mi precario asiento. Saqué de su esctuche en mi cintura a mi permanente compañera, la cámara digital, y traté de seguir las al aparecer erráticas piruetas abejiles. Y poco a poco me fui dando cuenta que una tras otra alborozadas se nutrían de la esencia misma de las flores de la palma, guiando en zumbante algarabía a las que al ver el ajetreo se sumaban al alegre revolotear de las abejas que primeramente habían descubierto tan atrayente tesoro de vida y alimento.

Y me di cuenta cabal que no se necesita escapar a lugares recónditos y quietos y que podemos convertirnos en los árboles de que nos habla El Señor, plantados en las duras aceras de las bulliciosas ciudades, si bebemos de las aguas vivas del espíritu de Dios de las cuales nos hablan Las Sagradas Escrituras.

Me di cuenta de que nuestro destino como cristianos servidores es el convertirnos en las flores de las palmas reales de la vida para que las abejitas de este mundo se alimenten con la fortaleza rejuvenecida de nuestros seres interiores de manera que las que antes se alimentaron y las que en el futuro alimentaremos puedan a su vez convertirse de abejas en palmas para seguir transmitiendo la gracia y la misericordia divinas.

El Señor es un amigo tal, además de ser tu Salvador y Señor, que nunca permite que “el fuego refinador” de las pruebas, los rechazos, las adversidades y aparentes fracasos te reduzcan a cenizas inútiles. El te invita a caminar a través de resonantes truenos, inundaciones destructivas y arrasadores incendios para que puedas caminar a pie descalzo sobre las brasas candentes del crecimiento espiritual que purifican nuestros corazones para poder posteriormente mostrar Su Divino Carácter a través del nuestro.


En realidad no necesitamos las corrientes cantarinas y fluidas de los éxitos mundanos, aunque ellos sean resultado de bien intencionadas actividades cristianas. Si sueñan con convertirse en frondosos y exuberantes árboles para solaz visual de los temporales compañeros del camino, para luego en aparente tranquilidad descansar con los pies inmersos en las refrescantes aguas del humano respeto y reconocimiento, El los sacudirá, los podará hasta los huesos, y los plantará en las ardientes y áridas aceras de las vidas mundanas citadinas, para fortalecerlos, revitalizarlos, y prepararlos para ser sus cada vez más espiritualmente maduros instrumentos y testigos.

No dudemos ni por un instante que El lo hará para que podamos ser las palmas reales y vivientes para que las abejas y abejitas se posen, revoloteen, y se alimente con la miel de nuestras esperanza y confianza en Cristo, de manera tal que puedan con tal nutrición espiritual aliviar sus lastimadas gargantas, dolorosamente cansadas de tanto pedir auxilio y alivio a las penas y abusos sufridos por ser considerados por los poderosos de este mundo como los molestos obstáculos para el goce sin críticas de sus opulencias y placeres.
No dudemos ni por tan solo un momento. El lo hará para que podamos iluminar las sonrisas de los que sin esperanza esperan al observar que los senderos abiertos no parecen conducir a parte alguna…
Sin aceptar tan solo ser entretenidos por las arengas y los chistes groseros de los payasos del camino

Y en similar manera podamos sacudir de su resignación o indiferencia a los que ya casi han tirado la toalla resignándose a sobrevivir entre la suciedad, la basura y los desperdicios arrojados por
doquiera hasta en los que debieran ser los parques o remansos de belleza necesarios para el reposo emocional, espiritual, y material que sin excepción alguna necesitamos todos para poder tomar aliento y continuar luchando por la vida, en todos sus aspectos,

rechazando la prepotencia y la vulgaridad de los perturbadores e insensibles abusadores, por comisión,omisión, indiferencia u olvido, de nuestros ámbitos individuales, colectivos o sociales, en su mutuas acepciones de materialidad y espíritu

No comments: