Friday, January 2, 2009

SOBRE EL DESTINO, LAS ESPERANZAS Y LOS TEMORES







Determinando quién eres en los ojos y la voluntad de Dios. Decidiendo quien quieres ser… cuando no haya testigos presentes.


Normalmente las personas sienten temor a la muerte, ya sea en su forma física del cese de la vida natural, como en la del aislamiento o el rechazo de los integrantes de su conglomerado social,

y por ello terminan permitiendo que se apodere de sus vidas el temor a la vida tal como se nos presenta por no tener el coraje de plantarse, firme, en sus convicciones, tan solo por razón de su búsqueda de aceptación de los exigentes compañeros de viaje que manipulan sus aspiraciones de ser otro miembro del grupo, sin importar qué grupo pueda ser… social, político, económico, religioso, o cualquier novedad que esté de moda en el momento presente.

Y por estas comprensibles pero no aceptables razones las personas tienden a comprometer o racionalizar sus creencias, sus valores morales, sus convicciones y sus lealtades…

Y más lamentable que cualquier otra motivación cuando su modus vivendi depende de los caprichos o cortedad de visión o entendimiento de personas que se sienten como decisores de vida o muerte… tan solo porque por un fortuito o buscado giro de acontecimientos han sido nombrados en aparentes posiciones de relevancia o porque han sido aceptados como líderes de algún feudo de dominio o control en esta vida.

Los humanos aman construir sus pequeños feudos, sus pequeños reinos y sus pequeños escenarios de control y dominio. se sienten orgullosos de ello como si fueran los reyes del camino, felizmente o ansiosamente inmersos en sus insignificantes manipulaciones aún en lo que debería ser el importante servicio en representación del Señor, donde la magnitud o la naturaleza del servicio no importan sino que las motivaciones y la voluntad de servir y donde la ausencia del egoísmo y las conveniencias materiales son los ingredientes vitales del servicio a fin de que podamos positivamente ayudar a los necesitados y a los que sufren.

Los designios de Dios para cada uno de nosotros no son ni nuestro engrandecimiento ni nuestras poses “cristianas” en la vida… ni aun cuando temporalmente lleguemos a ser indispensables en términos del plantar de las semillas de alivio y esperanza o de mantener en línea recta el arado… sus designios son los de mostrar en nuestras debilidades e inadecuaciones su incomparable fortaleza y sabiduría así como su generosidad y su misericordia.

Deberíamos tener siempre presente en nuestras mentes e indeleblemente impreso en nuestros corazones lo que El Señor nos dice en Segunda de Samuel 14:14… “porque inevitablemente moriremos y somos como agua derramada sobre la tierra que ya no puede recogerse. Sin embargo Dios no desea tal cosa, sino que busca las maneras de que el desterrado no sea alejado de su presencia”

Y si El Señor no destierra, ni rehúsa aceptar al que nos resulta incómodo, inquietante o difícil de comprender y que por lo tanto rechazamos o alejamos de nuestra presencia o convivencia en el servicio… ¿con qué justificación lo hacemos?

Una cosa he aprendido en mi ya longevo caminar. No tenemos por qué temer al mundo, ni a la muerte, ni a la vida, ni a la obligada aceptación o acomodamiento al modo de pensar de ningún grupo.

Lo que debemos tener es “TEMOR A DIOS”. ¡Un temor verdadero! ¡Un temor saludable, purificado y recto! Entendiendo por temor el más profundo reconocimiento de Su Gracia y nuestra total dependencia. Y el más sincero reconocimiento de su celo y protección al preservar nuestras vidas con el propósito de que podamos enfrentar positivamente los aún más grandes retos y tareas como parte de nuestro servicio.

Porque esta es la única manera en que podemos ser de alguna utilidad, de alguna buena acción, mientras laboramos por la expansión de Su Reino. Y a la vez que transitamos esta senda no podemos, a la vez, más que ser verticales y sin componendas en nuestras creencias… tolerantemente comprendiendo la realidad de nuestras debilidades así como las de las demás personas, pero no a costa de la indebida o claudicante aceptación de lo incorrecto tan solo por seguir la corriente.

Porque si así lo hacemos tan solo desperdiciaríamos la oportunidad que nos permite convertirnos en efectivos guerreros espirituales, especialmente cuando afirmamos estar comprometidos y dedicados a una Forma de Vivir Cristiana, evitando en toda forma el convertirla en un material y conveniente modus vivendi que distorsiona e irremediablemente contamina la pureza y la rectitud de nuestros pensamientos, sentimientos, propósitos, nuestra manera de ser y nuestras acciones.

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