Monday, May 2, 2011

JINETES FANTASMAS EN EL CIELO.

Inesperadamente todas estas semanas pasadas he estado viendo estampidas de manadas y jinetes fantasmas en los cielos. He tenido que ser un testigo forzado tal como el viejo vaquero del cual canta Dean Martin en su canción con este título de jinetes fantasmas en el cielo. Y ello me ha hecho volver a mis archivos musicales para escucharla de nuevo y convertirla en el video que inicia estos comentarios.


Estas dos semanas pasadas han sido excepcionalmente dificultosas. He sido testigo de algunas, a veces incomprensibles acciones y circunstancias, que ponen a prueba, hasta los más íntimos niveles de mi corazón, my creencia y confianza en que la verdad y la rectitud, de alguna manera prevalecerán sobre la dureza y los abusos de este mundo.


He escuchado llorar en el teléfono, a un antiguo soldado subordinado mío, al ver como un querido amigo suyo fue secuestrado y asesinado, por los traficantes que presionaban a su padre para que se involucrara en el sórdido quehacer del transporte de drogas.


He visto cómo fieles empleados de poderosas corporaciones eran despedidos, y su futuro destruido, por no estar de acuerdo con las triquiñuelas financieras, tan solo porque los ejecutivos de las mismas necesitaban chivos expiatorios o cómplices.


He visto a jovencitas, casi niñas todavía, en mi vecindario, vestidas con increíblemente cortos y apretados pantaloncillos, besando, audaz y provocativamente a jovencitos aún más jóvenes que ellas, las más obesas incitando a las más delgadas y bonitas a imitarlas, probablemente tan solo porque los calurosos y probablemente, a sus ojos, aburridos atardeceres, no les permiten encontrar mejores oportunidades de distracción y juego. O a lo mejor porque en su inmadurez piensan que esta es la mejor y más rápida manera de llegar a ser las más populares en sus grupos.


Lo que encuentro más inmaduro es que lo lo hacen en una provocativa y desafiante actitud frente a nosotros, los mayores. Pareciera que no comprenden que tan solo provocan peores excesos por parte de sus también inmaduros compañeros de juegos, casi niños todos ellos, por no haber todavía llegado a la adolescencia plena. O por parte de los mayores que ven la fácil oportunidad de convencerlas para que se involucren en relaciones sexuales que tan solo terminan en embarazos no deseados.


Hoy en día es cada vez más frecuente el ver a jovencitas cargando e sus brazos a bebecitos casi tan grandes como ellas.



Tan solo puedo imaginarme el caos y desorden total de sus todavía no desarrolladas juventudes, así como el de sus padres que tienen que hacerse cargo de estas indeseadas expansiones familiares, si es que no recurren a la actitud de “que me importa” , “son tan solo muchachadas” o “así es la vida hoy en día y hay que aceptar y tolerar los nuevos valores y costumbres”, que tan solo exponen a sus tan tempranamente desarraigados hijos a mayores y peores promiscuidades.


Y todo esto sucediendo muy cercanamente a grupos de adultos, así como también hombres ya ancianos, sentados en las bancas de nuestro parquecito, bebiendo licor en disfrazados vasos de plástico, intercambiando ruidosamente groseros chistes sobre sexo, salpicando sus conversaciones con aguardentosas carcajadas que tan solo mostraban su crasa mediocridad y falta de juicio y comportamiento ante los jovencitos que se distraían en los alrededores.


Y en las afueras de nuestro vecindario, las noticias se desgranaban estruendosamente en las pantallas de los medios televisivos, y las ondas radiales y de internet. Combates y muertes en todas partes. En Libia, Costa de Marfil, El Medio Oriente.


Y a la vuelta de la esquina en nuestra ciudad, nuestros suburbios, municipios y áreas rurales, extorsión y muerte a manos de lo que es aparentemente incontrolable por las fuerzas de seguridad de nuestro aparato gubernamental y sus funcionarios y miembros.


Y volviendo a las raíces de la sociedad… la perversión, destrucción y distorsión de las raíces de todo, para bien o para mal, que es la familia, y en la familia el origen de la misma, que es un hombre y una mujer, uniéndose, viviendo juntos, iniciando los lazos indisolubles, cualquiera que sea la religión o conjunto de creencias espirituales bajo cuyo auspicio lo hagan, ya sea por creencia, convicción o conveniencia.


Para ser específicos, ¿como podríamos aceptar que la rupture de tales lazos, haciéndolos desaparecer por razón de un mal llamado amor por el país, por sentirse llamado a gobernarlo a expensas de los sagrados votos, aceptados y proclamados algún día en un pasado conyugal?


¿Cómo podríamos aceptar tal blasfemia, cuando hemos sacrificado países y lugares de nacimiento, por razón de la preservación de nuestras familias? ¿Cómo podríamos aceptar tal hecho cuando vemos que estos sacrificios, por la familia, están ocurriendo cada día, cada hora, en cada lugar, cualquiera que sea la cultura a la que podamos referirnos?


Todo ello me ha hecho recordar la letra de una canción que me gustaba mucho, de cuando era mucho más joven, cantada por Dean Martin: Jinetes Fantasmas en el Cielo.


Un Viejo vaquero salió a cabalgar en un oscuro y ventoso día. Al descansar sobre la cresta de una colina, para luego continuar su cabalgata, de pronto vio que una numerosa manada de ganado de ojos rojos atravesaba el cielo desgarrado a través de las desgarradas nubes.



Sus marcas todavía echaban humo y sus pezuñas eran de acero. Sus cuernos eran negros y brillantes y se podía sentir sus alientos ardorosos. Un escalofrío de temor atravesó su cuerpo mientras la manada se abría paso estruendosamente en los confines del cielo, al ver que tras ellos cabalgaban jinetes fantasmas, también ruidosamente, al escuchar sus gritos lamentosos: YIPPIE A YI. OHHHH, YIPPIE YI YAAAYO. FANTASMAS JINETES EN EL CIELO.


Tan solo hace unos cuantos días, abrumado por todo de lo que era testigo, había incorporado a mi página de Facebook un video, que había hecho con el contenido de un mensaje sobre lo bueno que es la oración para todos, como medio de esperanza y de fe, y como nuestro último y mejor recurso para encontrar paz y balance en nuestras mentes, nuestros espíritus y nuestros corazones.


Para ser honesto, un hostigoso sentimiento se entrometía en mi paz. Me aferraba a mi creencia en que El Señor tiene Su Tiempo y Sus Planes para cada uno de nosotros, y que El conoce mejor que nadie lo que es bueno para nosotros, y que El acude a rescatarnos cuando nuestra cojera espiritual ya nonos permite el seguir caminando hacia delante.


Y entonces, tan solo hace dos días ha venido la respuesta. En otro mensaje y otra canción. Un mensaje y una canción de esperanza y confianza en que existe una manera para sobreponerse, no escaparse o evadirse, del desorden y el caos que parece ser la regla y en nombre del juego de la vida, en estos días. Un mensaje y una canción que podrán disfrutar al final de estas palabras.


Otra imagen ha venido a mi mente. La del péndulo de Newton dono una pelotilla de acero, en un extremo, golpea a las que se encuentran en el medio, transmitiendo energía y fuerza a través de las que se encuentran en la parte central del péndulo, para afectar con la misma energía y fuerza a la que se encuentra en el otro extremo de la fila.

Ella me ha hecho comprender que si continuamos creyendo y confiando en El Señor, permaneceremos firmes y sin cambios debidos a los eventos y acciones de los que nos rodean, y que tan solo los inestables o azarosamente colocados en el extremo opuesto de la ecuación de la interacción humana, son los afectados por la influencia inicial de los eventos.


Adicionalmente, y partiendo de mi fiero aferramiento a lo que estoy convencido debo creer y aferrarme a ello, de manera que podamos ser un testimonio positivo de fe y confianza, se ha vuelto una firme convicción el pensamiento de que los eventos negativos usualmente tienen resultado negativos, pero que estos eventos pueden ser modificados de manera que sus resultados se vuelvan positivos, si les agregamos la pizca de sal de nuestra firmeza y estabilidad espiritual en todo lo que pensemos, hagamos o creamos.


Disfrutad los videos a como los disfruté al hacerlos, meditando mientras ajustaba el tiempo de los sonidos a las palabras. Ellos son un pedido de auxilio y una interrogación dirigida a Nuestro Señor, y Su Respuesta a través de los dones y habilidades que tan generosamente ha derramado entre todos nosotros, ya seamos incrédulos, sin fe, o creyentes.





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