Saturday, March 28, 2009

¡BENDÍCEME, SEÑOR!

Si finalmente comprendemos que por la Gracia de Dios ya no somos más esos esclavos a los que se les han dado unos cuantos talentos, sino los escogidos y aceptados hijos y amigos que comparten Su Amor y Su Interés por su pueblo.

Si finalmente comprendemos el privilegio de ser los canales de Su Amor y Su Protección y decidimos ser sus dóciles manos e instrumentos de alivio del dolor, los abusos y las miserias de este mundo.

Si finalmente decidimos abandonar las egoístas actitudes de la incansable búsqueda del arcoíris de la felicidad a como la entiende el mundo.

Si finalmente decidimos dar por amor, no solo lo que abunda en nuestra mesa, y que es usualmente recibido sin mérito alguno, porque es desesperadamente necesitada por otros que no abrigan ya esperanzas de obtenerlo.

Si finalmente decidimos no solamente dar hasta que duela, porque esto tan solo significa dar hasta el límite de nuestra abundancia. Si finalmente decidimos continuar dando porque duele, significando con ello que damos de nosotros mismos y de nuestra necesidad y carencia.

Entonces, y solamente entonces, podremos orar, sinceramente, genuinamente, espiritualmente más que emocionalmente, y desde el fondo de nuestros corazones.

Entonces, y solamente entonces, podremos pedirle nos conceda las siguientes bendiciones sobre nuestros sentidos que son la básica e intrínseca parte de nuestro envoltura carnal renacida en el amor de nuestro Dios, Salvador, Amigo y Líder.




Señor, bendice mis manos para que sean delicadas, sepan tomar sin jamás aprisionar, sepan dar sin calcular y tengan la fuerza de bendecir y consolar.

Señor, bendice mis ojos para que sepan ver la necesidad y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra; que vean detrás de la superficie, para que los demás se sientan felices por mi modo de mirarles.

Señor, bendice mis oídos para que sepan oír tu voz y perciban muy claramente el grito de los afligidos; que sepan quedarse sordos al ruido inútil y a la palabrería, pero no a las voces que llaman y piden que las oigan y comprendan, aunque turben mi comodidad.

Señor, bendice mi boca para que dé testimonio de Ti y no diga nada que hiera o destruya; que sólo pronuncie palabras que alivien, que nunca traicione confidencias y secretos, que consiga despertar sonrisas.

Señor, bendice mi corazón para que sea templo vivo de tu Espíritu y sepa dar calor y refugio; que sea generoso en perdonar y comprender y aprenda a compartir dolor y alegría con un gran amor.

Dios mío, que puedas disponer de mí con todo lo que soy, con todo lo que tengo

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