Hace unos días unos de mis amigos dilectos me envió una serie de mensajes en los que se plasmaban los pensamientos de tantas y tantas personas que anhelan un mundo mejor.
Últimamente y a diario presenciamos las explosiones de violencia e intolerancia de los que con superficialidad catalogamos como masas manipuladas por razón de su ignorancia y falta de habilidades y recursos para abrirse paso en la vida.
Inclusive somos testigos de las innumerables e incansables racionalizaciones, tan fáciles de justificar desde la comodidad de nuestras vidas arrellanadas en las cómodas poltronas de las abundantes o relativas comodidades materiales que gozamos merecida o inmerecidamente.
Y vemos como normal que nuestros hijos y nietos se consuman en un incesante “yo quiero”. Yo quiero esto, yo quiero aquello, observando al mundo desde un prisma equivocado donde no tienen cabida los hambrientos y los desposeídos de este mundo.
Y aún respetados pensadores se atreven a decir que la bondad es más numerosa y abundante que la maldad en este mundo, pero que no resalta por preferir ser silenciosa. Y que no debemos angustiarnos por los pocos homicidas y suicidas que podamos encontrar en el camino.
Todo ello me ha hecho recordar el mensaje de la plaza vacante en el infierno que ha quedado reservada para precisamente aquellos que pudiendo haber hecho algo prefirieron ser tan solo testigos rehusando su involucramiento en el reto, la solución, la derrota, la victoria o el fracaso.
En un futuro cercano me referiré a otro mensaje de un niño africano que fue acogido en los brazos de una joven del primer mundo para ver transcurrir, dentro de su sufrimiento, los últimos 15 minutos de su vida.
Y me referiré a la reflexión profunda de la monja que al ver la angustia de la joven la confortó reafirmándole el inusitado privilegio de haberle adelantado a esa criatura la protección y la paz de un cielo que esperaba impaciente el acogerlo en su regazo.
Todo ello me lleva a la reflexión profunda de que lo que más afecta a este mundo es la falta de amor. Y que es una estupidez el desperdiciar la oportunidad de darlo, recibirlo, compartirlo, ofrecerlo aunque lo rechacen en la inconsciencia, ceguera y egoísmo omnipresente de los tiempos presentes.
A Marilandia, quienquiera que tú seas, gracias por haber compilado el mensaje, que he transformado en video para poder esparcirlo a través de las ondas etéreas que no solo son útiles para la prepotencia del mal, para el amarillismo, para la difusión de la pornografía, para la manipulación y la arenga violenta.
Últimamente y a diario presenciamos las explosiones de violencia e intolerancia de los que con superficialidad catalogamos como masas manipuladas por razón de su ignorancia y falta de habilidades y recursos para abrirse paso en la vida.
Inclusive somos testigos de las innumerables e incansables racionalizaciones, tan fáciles de justificar desde la comodidad de nuestras vidas arrellanadas en las cómodas poltronas de las abundantes o relativas comodidades materiales que gozamos merecida o inmerecidamente.
Y vemos como normal que nuestros hijos y nietos se consuman en un incesante “yo quiero”. Yo quiero esto, yo quiero aquello, observando al mundo desde un prisma equivocado donde no tienen cabida los hambrientos y los desposeídos de este mundo.
Y aún respetados pensadores se atreven a decir que la bondad es más numerosa y abundante que la maldad en este mundo, pero que no resalta por preferir ser silenciosa. Y que no debemos angustiarnos por los pocos homicidas y suicidas que podamos encontrar en el camino.
Todo ello me ha hecho recordar el mensaje de la plaza vacante en el infierno que ha quedado reservada para precisamente aquellos que pudiendo haber hecho algo prefirieron ser tan solo testigos rehusando su involucramiento en el reto, la solución, la derrota, la victoria o el fracaso.
En un futuro cercano me referiré a otro mensaje de un niño africano que fue acogido en los brazos de una joven del primer mundo para ver transcurrir, dentro de su sufrimiento, los últimos 15 minutos de su vida.
Y me referiré a la reflexión profunda de la monja que al ver la angustia de la joven la confortó reafirmándole el inusitado privilegio de haberle adelantado a esa criatura la protección y la paz de un cielo que esperaba impaciente el acogerlo en su regazo.
Todo ello me lleva a la reflexión profunda de que lo que más afecta a este mundo es la falta de amor. Y que es una estupidez el desperdiciar la oportunidad de darlo, recibirlo, compartirlo, ofrecerlo aunque lo rechacen en la inconsciencia, ceguera y egoísmo omnipresente de los tiempos presentes.
A Marilandia, quienquiera que tú seas, gracias por haber compilado el mensaje, que he transformado en video para poder esparcirlo a través de las ondas etéreas que no solo son útiles para la prepotencia del mal, para el amarillismo, para la difusión de la pornografía, para la manipulación y la arenga violenta.
Marilandia. Contigo y unidos en espíritu levantemos nuestra voz y llevemos el mensaje del amor a aquellos que aman, pero talvez no se dan cuenta que el amor es a la vez apasionado y tierno. El amor es fuente plácida pero a la vez desbordado torrente.
SIN EMBARGO... HAY UNA PREMISA Y UNA CARACTERÍSTICA INELUDIBLE Y ABSOLUTA. Si el amor se recluye tan solo en la soledad absorbente del entorno inmediato... si el amor se reduce tan solo al acogedor núcleo de los nuestros, de nuestra comodidad y conveniencia... si el amor no se extiende al que sufre abandono y abuso... el amor entonces, deja de ser amor, y se convierte en el más absurdo, cobarde, pusilánime y egoista sentimiento.
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