Tuesday, October 19, 2010

LOS PENSAMIENTOS, LAS FLORES Y LOS AMIGOS, SON LOS INVALUABLES REGALOS DE DIOS.

Hace ya algún tiempo, y es increíble cuán rápido pasa este tiempo, nos preparábamos para regresar a Guatemala, este país que ha sido como nuestro verdadero hogar, reposo y rehabilitación de nuestras truncadas esperanzas por ver un mundo mejor para cada uno de los que nos han rodeado de tiempo en tiempo.

Regresamos de nuestro país natal, después de seis años de experimentar y compartir, como si fueran nuestras, las penas y dolores que los niños sufren cuando son abusados y abandonados, y además de todo ello, sujetos a lo que bien intencionadas personas, pero con diferentes perspectivas y culturas, piensan que es lo mejor para ellos.

Estos años fueron una bien ganada y asimilada lección, al ver que lo más que pudimos hacer fue ofrecer a estos niños un corto período en sus vidas, de amor recibido, protección dada, y verdadera preocupación por su bienestar tanto espiritual como físico.

Algunas veces me pregunto si no hacemos más daño que bien al permitirles, temporalmente, a estos niños lastimados por la vida, el saborear algo bueno, o mejor, de lo que ya han tenido, cuando los cambios de perspectivas, influenciadas por otras culturas, ambientes vivenciales y creencias sobre lo que queremos ofrecer, como muestras de caridad o compasión, dominan la escena y hacen que las cosas cambien, aunque a lo mejor no sea para ser mejores para ellos.


Y sigo preguntándome si estos niños, ya de adultos, no se convertirán en personas más endurecidas y desconfiadas, con esa mirada cristalizada, de resignación, que con tanta frecuencia veo cuando abordo los buses en que se transportan nuestras afligidas, y abotagadas por el desaliento, clases sociales menos favorecidas

Algo que indudablemente nubla el reconocimiento y juicio de aun los más bien intencionados, incluyendo a los cristianos es el ver las cosas desde nuestras perspectivas personales, en lugar de ubicarnos en la mente y las emociones de las personas que deseamos ayudar en una forma tal que nuestros esfuerzos se incorporen indeleblemente en sus espíritus y puedan, realmente, cambiar y mejorar sus existencias.

Es muy fácil y atractivo el dar de lo que nos abunda, especialmente si pedimos a otros que donen a través nuestro, y en esta forma aparecer como los grandes de la misericordia. Es una posición laudable, esa de ser los intermediarios en la transferencia de la generosidad y la compasión, sin duda alguna.

Pero lo que es realmente indispensable es nuestro compromiso total y comprensivo a fin de llevar los esfuerzos hasta el final, no tan solo temporalmente o fijando rangos de tiempo, que son significativos tan solo para nosotros.

Indudablemente habrá niños, y aún adultos, que nos analizarán y encontrarán la manera de agradarnos, a propósito, para poder beneficiarse tanto como puedan de lo que podemos ofrecerles.

Pero aún cuando tan solo logremos cambiar un alma, una persona, un niño, un abusado, un abandonado, y ponerlo en el camino recto de la vida, vivida a como debiera ser vivida, todos los esfuerzos serían bien empleados.

Pero para poder hacer posible que ellos sean en el futuro individuos positivos y comprometidos con su propio bienestar y mejoramiento personal, la cadena de apoyos debe ser consistente y ser llevada a cabo con la misma voluntad y compromiso por todos y cada uno de los que aceptaron ser los eslabones de la misma.

Es necesario que exista el máximo nivel de compromiso espiritual, sin intereses personales o conveniencias, sobre todo en los que reciben emolumentos por los servicios prestados.

Bien sabido es que ninguna cadena es más fuerte que su eslabón más débil, y si un eslabón es añadido a la cadena de fuertes eslabones iniciales, o si la motivación del mismo está influenciada por sus personales simpatías o animosidades, entonces, la persona responsable por el subsiguiente debilitamiento o modificación de los esfuerzos, se encontrará con fracasos innecesarios, sin importar el volumen de auto justificaciones que puedan ser invocadas.

Es entonces cuando deberíamos orar pidiendo la divina orientación y guía, porque puede ser muy fácil el perturbar el proceso de sanación ya existente, sumergiendo a los que tratamos de ayudar en situaciones peores a las que los afectaban cuando llegaron a nuestras puertas.

Puede alegarse que esto es una circunstancia inevitable pero el Señor conoce lo que realmente ha sucedido y qué responsabilidad tienen todos y cada uno de los involucrados en este fallido proceso, la cual llevarán infortunadamente como carga permanente sobre sus hombros.

Aquellos que actuaron correctamente pueden descansar seguros de que sus esfuerzos se convertirán en una avalancha de acciones decisivas en la vida de los que hemos ayudado, tan solo modificadas por sus propias decisiones. Los que no, algún día, tarde o temprano, tendrán que enfrentarse al juicio personal y colectivo de sus decisiones.

Afortunadamente, cada uno de nosotros, además de nuestra carga de éxitos y fracasos, encontramos solaz en nuestros pensamientos, nos relajamos al contemplar las bellísimas flores que surgen aún en medio de las pilas de desperdicios, y nos confortamos con la seguridad y estabilidad, instilada en nuestras debilidades, dudas e infortunios, que nos brindan esos amigos especiales, como Ivonne y Richard, entre los que tienen un lugar especial en nuestros corazones.

Ivonne, ya partió, recientemente, a descansar en los amorosos brazos de nuestro Creador, pero dejó un legado de rectitud, generosidad, amorosa aceptación de nuestras debilidades, apreciación animante de nuestras mejores características, que la convierten en una presencia viviente para todos los que tuvimos la fortuna de conocerla y disfrutar de su amistad tan hermosa.

Este legado, y esta presencia, estoy seguro que nos acompañará hasta que nos llegue el turno de partir en ese viaje sin regreso.

A ambos dos, a ella, Ivonne, y a él, Richard, quiero dedicarles los subsiguientes pensamientos, comentarios, videos, en humilde reconocimiento de ser ellos los más fuertes eslabones en cada cadena de sentimientos y acciones de los que formaron parte, y de las cuales fuimos tantos los afortunados al poder compartirlas sin reserva alguna.

A ellos, porque tan adecuadamente les aplica lo que Isaías 52:7 nos dice sobre “cuan reconfortantes sobre las montañas son los pies de aquellos que nos traen buenas nuevas, que anuncian paz, y nos brindan las buenas nuevas de que la sinceridad y la felicidad todavía son posibles” en esta tierra, en este tiempo y a pesar de cualquier negativa circunstancia.

Porque buenas nuevas, ya lo creo, son la certeza de que existen amigos como ellos, que nos brindan paz y felicidad a todos aquellos, que como nosotros, fuimos y somos afortunados al compartir su amistad sincera.


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