Thursday, August 14, 2008

Reflexiones sobre “El Corazón y La Mente de Dios” aplicadas a circunstancias específicas.

A principios del 2007 meditando sobre como contestar las preguntas que me habían hecho en relación a qué prefería… si El Corazón o La Mente de Dios… escribí algunos comentarios generalizados sobre lo que pensaba al respecto.

En esta ocasión reafirmo el concepto de “comentarios generalizados” porque en ese preciso momento mis parámetros espirituales eran los límites que delimitaban las motivaciones que prevalecían en el ministerio al que dedicaba mis esfuerzos.

Toda mi vida he sido sistemático en el enfoque y ejecución de cada proyecto en que me he visto involucrado. Mi mente y mi espíritu funcionan armónica y conjuntamente en la búsqueda de la expansión natural de los deseados o especificados resultados de las acciones en las que he sido actor ejecutor o participante en los esfuerzos de grupo. Soy un ferviente creyente de que Dios es un Dios de Orden.

Él establece los cursos de acción necesarios para cualquier objetivo ministerial. Y cuando El considera que el reto a enfrentar desborda los enfoques y entendimiento ministeriales previstos como resultado lógico o deseable de las acciones realizadas, El despierta una nostalgia o anhelo y una inquietud por ir más allá de lo ya familiar aunque ello signifique dejar todo atrás para aventurarse en otras desconocidas o diferentes circunstancias.

Él usualmente utiliza misteriosas (para nuestro humano entendimiento) cuando desea ampliar la tienda que cobija al servidor que tiene en mente. Si El visualiza otras maneras de expandir los horizontes en una forma diferente de manera que sea total o más integral la comprensión del espectro total de las necesidades de la sociedad en la que ha colocado a su servidor, El despertará anhelos inesperados, realizaciones de que todavía hay cosas diferentes o mayores por hacer, y creciente destabilización en relación a lo ya conocido y confortable, a fin de hacerlo tomar la decisión voluntariamente o por la fuerza para partir y transitar por senderos de pensamientos, acciones y decisiones diferentes.

Ya por más de 2 años había estado meditando sobre el por qué la conflictiva situación de las niñas y adolescentes femeninas en mi país estaba teniendo más y más mayor importancia en mi pensamiento y espíritu, ya que en el ministerio también teníamos varones adolescentes a los que tratábamos de encauzar en su crecimiento material y espiritual, así como la incentivación a aprovechar la oportunidad de educarse que se les brindaba a fin de que al llegar a adultos se convirtieran en los hombres y mujeres que nuestra sociedad requiere.

Pero una y otra vez, los que me rodeaban expresaban que mis consejos eran más apasionados cuando enfatizaba a las niñas adolescentes la necesidad de incrementar su auto estima y auto determinación para poder escoger y no tan solo conformarse con ser escogidas o aceptar lo deplorable y deficiente que encontraran a su paso.

Y ello a pesar de que, con lo que yo estimaba era la voz de la experiencia por haber educado a mis 4 hijos varones en una masculinidad responsable, insistía en enfatizarles a los varones la necesidad de ser responsables, trabajadores y respetuosos, de manera que en el futuro pudieran llegar a ser los líderes espirituales, proveedores materiales y protectores inclaudicables de lo que El Señor quiere que sea la base indispensable no tan solo de las escogidas familias cristianas sino que de toda familia en cualquier nivel del espectro social en que ellos tengan que desenvolverse.

Probablemente, y en una forma muy subliminal estaba analizando el espectro social particular de mi nación. No sé a carta cabal si por efectos del entrenamiento recibido en mi adultez temprana, o por estímulo espiritual de manera que pudiera llegar a estar listo a enfrentar, por el momento presente estos pensamientos y comentarios sobre potenciales soluciones más adecuadas e inclusivas, y quién sabe en qué forma personal y participativa en el futuro todavía imprevisible.

En mi próximos comentarios en el blog, y después de traducir al español mis comentarios pasados sobre estos dos conceptos de “corazón y mente”, me referiré a lo que en el momento presente creo que es el enfoque más integral e inclusivo para enfrentar la problemática social y espiritual de nuestras jóvenes mujeres, para luego enfocar la correspondientes soluciones a los problemas de identificación y participación social de nuestros jóvenes varones en el engranaje productivo de nuestra sociedad, en vista de su horrenda situación espiritual y emocional que requiere acciones drásticas de dirección, orientación, disciplina y guía.

Pero primero que nada, para dejar bien sentados los acertados fundamentos de mis comentarios y propuestas, basados en mis pasadas y presentes experiencias, y con la más consciente y real humildad, que gracias a Dios me fuera mostrado como no confundirla con las falsas negaciones o actitudes submisivas o serviles, y para reforzar la validez de mis motivaciones, me referiré a algunas básicas interioridades de mi vida personal que han llegado a ser las principales características de mi personalidad como un consistente, aguantador, y no dado a componendas servidor del Señor.

En los tiempos primeros de mi cristiano caminar, mientras, allá por los años ochenta, me encontraba recibiendo el entrenamiento misionero en Arkansas, debido a algunos líderes de grupo pequeño radicales, extremistas o de un estrecho entendimiento de las conductas espirituales, me vi envuelto en un gran conflicto emocional al serme repetidamente exigido un rechazo a mi educación y vivencias anteriores, así como la sumisión incondicional a cualquier líder espiritual que me fuera designado.

Hubo momentos en los que hasta llegué a considerar el alejarme de todo el ambiente cristiano que me rodeaba y volver a mis creencias y actitudes anteriores, porque no podía reconciliarme con la idea que El Señor se hubiera equivocado al facilitarme una educación esmerada y especializada, así como al dotarme de inteligencia y decisión para enfrentar las más difíciles situaciones aún a riesgo de mi propia vida.

Por un tiempo indefinido y lacerante, aún llegué a pedirle al Señor que me convirtiera en un tonto y un estúpido si eso era necesario para adaptarme a lo que estaba comenzando a comprender que era un estilo de vida más válido que aquel en el que había vivido ya durante los primeros 45 años de vivencias, a pesar de las numerosas satisfacciones personales y emocionales que había acumulado a través de mi paso por innumerables circunstancias buenas, malas y peores, que cualquier hombre de la calle pudiera imaginarse.

Gracias a Dios un experimentado y calificado maestro y consejero espiritual llegó a la escuela de entrenamiento misionero. Doug Easterday, uno de los principales maestros internacionales de JUVENTUD CON UNA MISION (YWAM).

Gracias a Dios nuevamente. cuando le expuse mi conflicto espiritual y emocional, él firmemente me dijo que El Señor nunca se equivoca y que El otorga dones específicos y especiales a aquellos para los cuales tiene planes ulteriores de ponerlos a su servicio, y que lo único que yo tenía que hacer era someterlos a Él, soportando pacientemente el venidero y perenne “Fuego Refinador” que El colocaría amorosamente en mi camino, como única forma de llegar a ser Su servidor, Su profeta, Su testigo, Su servidor irreductible, y el puente que uniría los ambientes espirituales y materiales en los que me colocaría, para que otros caminaran sobre mí, como puente, para cruzar de unas riberas a las otras del mundo espiritual de Su Reino en esta tierra.

También me dijo que debería con humildad verdadera aceptar las razones por las cuales El me había hecho transitar por senderos tan diferentes acumulando tantas y peculiares experiencias, de manera que pudiera ayudar, aunque incomprendido a veces, a aquellos que no pudieran, aún con su mejor intención y decisión, comprender los escenarios mayores de su plan maestro para el enfrentamiento de las fuerzas espirituales, las de El y las malignas, en este complejo y tan rápidamente cambiante mundo moderno.

Desde entonces, en muchos lugares, en diferentes iglesias y congregaciones, mi esposa y yo hemos recibido muchas profecías sobre nuestro futura vida como misioneros servidores. Desde entonces y en el siguiente orden… Habacuc 1: 1-4 (Diálogo entre el profeta y El Señor); Habacuc 2: 1-4 (Respuesta final de Dios y misión encomendada al profeta); e Isaías 32: 1-8 (El Reino de Justicia que El Señor visualiza para su pueblo) así como Isaías 32: 15-20 (el resultado vivencial de los deseos del Señor para su pueblo).

Estos profetas han sido una parte vital de mi existencia. Primeramente en forma subliminal y desconocida, en los tiempos de mi vida profesional en los escenarios mundanos que me brindó tantas satisfacciones emocionales que me llevaron a autosuficientemente a pensar y proclamar que el mundo pertenecía a los fuertes, los osados y valientes.

En esos tiempos desconocía que esos precisos adjetivos y calificaciones eran también requeridas en el ambiente cristiano, pero una fortaleza y una valentía basadas no en nuestro humana voluntad y entendimiento sino que en nuestro reconocimiento de nuestra debilidad personal y voluntad sometida al Señor, que los transformaría en la fortaleza y valentía requeridas para ir como sus mensajeros de Sus Buenas Nuevas, recorriendo colinas, valles y llanuras, pantanos y forestas, compartiendo a veces tiempo y esfuerzos con los que realmente se sirven a sí mismos mientras piensan y afirman que sirven al Señor.

En mi juventud y adultez temprana mis compañeros y superiores solían apodarme “el cerebrito” por razón de lo que ellos y yo mismo consideraban una peculiar característica de mi personalidad y ancestro. También solían identificarme como “el inadaptado o arrechazo” porque nunca me doblegaba ante los incentivos materiales o sociales, los sobornos o manipulaciones financieras, reconocimientos adulantes o conductas oportunistas.

Aún mi siempre recordado Presidente, en cuyos círculos más cercanos me movía por razones de servicio, repetidas veces me preguntó “cuál era mi precio” ya que decía que no acertaba a definirme, hasta el punto que una vez, en presencia de muchos me dijo que me designaría como uno de sus ayudantes personales para tenerme cerca, lo que rechacé diciéndole que no podría adaptarme a la idea de convertirme en un sirviente personal.

Nunca me imaginé, en esos tiempos, que llegaría a encontrar tanto gozo y satisfacción al convertirme en un servidor, no un sirviente, pero esta vez de El Señor. “Señor es el más grande concepto y entendimiento que tengo sobre El.

El es Dios y Salvador, pero más que eso… UN SEÑOR Y UN AMIGO. Y sobre todo lo demás, la sublime combinación de estas 4 divinas características… ¡DIOS! ¡SALVADOR! ¡SEÑOR! y ¡AMIGO! ¿Que más podría desear un ser humano?

Tan solo por medio de la sumisión y la irreductible persistencia puede uno convertirse en su instrumento y mostrar el camino a otros. No para convertirse en líder, ni jefe, ni dueño, ni empleado, ni representante de sus humanos, aunque bien intencionados planificados proyectos, ni promotor de sus reinitos humanos construidos bajo la falsa presunción de estar sirviendo desinteresadamente a otros en representación del Señor.

En este espíritu de rectitud espiritual, después de traducir los comentarios que he prometido, continuaré exponiendo mi comprensión de las formas más integrales de sanación y restauración de los conflictos materiales o físico, pero más que eso, la sanación y restauración de las lastimadas y distorsionadas vidas de las generaciones más jóvenes que la nuestra, tanto en nuestro país como en cualquiera otro, ya que el daño espiritual y la malignidad están influyendo descaradamente todos los ámbitos sociales hoy en día.

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