Wednesday, February 11, 2009

EN TIEMPOS DE CRISIS… CONFIANZA, SUMISIÓN Y BENDICIONES

Es interesante el observar los eventos cíclicos de la historia. El desplegar de las alas de la imaginación, la inventiva y el progreso, dentro de y de acuerdo con los parámetros generacionales en los que ellos se desarrollan.

Pero el hombre, sobre todo cuando se asienta en su egocentrismo y soberbia intelectual, material y física, siempre pierde la partida, al equivocar el camino, y termina repitiendo los errores del pasado.

Es tan cierta y lógica la aseveración de ser el hombre el único que siempre tropieza con la misma piedra. Y de esto no se salvan ni siquiera los cristianos que aparentemente han encontrado la Verdad, El Camino y La Vida en Jesucristo.

Hombres somos y en el camino andamos, podríamos decir parodiando lo de la canción que reconoce que “arrieros somos y en el camino andamos”. Porque eso es lo que terminamos haciendo, arreando el ganado de nuestras inconsecuencias y de nuestras equivocaciones y de nuestras racionalizaciones.

Y de esto no se escapan ni siquiera los ministerios que supuestamente son la expresión más pura del cambio personal, y del cumplimiento del mandato de amar a los demás, sobre todo a los abandonados, abusados y desvalidos, como a nosotros mismos.

En el deslizamiento paulatino de las buenas intenciones sobre la resbaladizas laderas de la autosuficiencia humana olvidamos que las obras y las acciones emprendidas en nombre de ese Dios al que proclamamos a pecho henchido, y orgullosos, que servimos como enviados y distribuidores de su misericordia, cuando se termina utilizando las tácticas y las maniobras del mundo sin Dios y sin escrúpulos, como si las obras de Dios fueran empresas del hombre, terminamos por fracasar estrepitosamente.

Debiéramos tener siempre en mente las advertencias sobre la verdadera motivación y las acciones que emprendemos sobre todo si afirmamos que lo hacemos en el servicio de Dios y para la expansión de Su Reino sobre esta tierra tan necesitada de su misericordia.
Debiéramos recordar aquello de los diez denarios y del reporte y del pago que habremos de recibir al finalizar el día.
Debiéramos recordar aquello de que se le exigirá más al que más le ha sido concedido.
Aquello de cómo actúan los buenos pastores en relación a las ovejas perdidas.
Aquello de que más que las obras es más importante la fidelidad a la visión convertida en misión y compromiso.

Y sobre todo la convicción de que la manera de actuar del Señor en nuestras vidas y en las vidas que han sido encomendadas a nuestra protección y cuido, no es la manera de actuar del mundo.

Por ello es tan necesaria la humildad y la renuncia a nuestros propios razonamientos humanísticos cuando emprendemos el camino de los servidores de Cristo.
Porque el liderazgo espiritual no puede desarrollarse si no es dentro de los parámetros de la humildad, la sumisión a los designios superiores de Dios, y a la búsqueda incesante de la sabiduría y del discernimiento, y la convicción plena de que el privilegio de ser los instrumentos de su misericordia implica la renuncia consciente a la tentación de imponer nuestros propios criterios aunque sea en nombre de una interpretación particular de lo que entendemos debe ser nuestro actuar y modo de pensar individual o colectivo tan solo porque nos consideremos cristianos, servidores de Cristo y portavoces de su amor y de su misericordia.

Por lo tanto, y mientras dilucidamos cual es nuestra verdadera visión, misión y compromiso, oremos y bendigamos a todos aquellos que temporal o permanentemente han hecho presencia en nuestro deambular por los senderos de la vida, llenos de necesidad, y plenos de carencias afectivas.

Por ellos, el día de hoy, de todo corazón, quiero orar al Señor por aquellos que en mi senda personal fueron las bendiciones que Dios plantó a la vera del camino y regó por medio de su presencia en en mi presencia, la aridez de sus doloridas y tempranas vivencias.

A ellos quiero decirles que no importan los cambios y las condiciones a que se vean sujetos para sobrevivir y avanzar por el camino de la vida, y que siempre vean en cada paso, en cada circunstancia, en cada prueba, en cada momento feliz, en cada tristeza, la mano de Dios, y su abundante y derramado amor que los mantiene seguros en su regazo.
De ello no nos escapamos ningúno. aún a los más de setenta años continuamos sufriendo injusticias y penas, ya no en carne propia pero sí en las de los nuestros y en la de aquellos que adoptamos como propios. Pero seguimos confiando en el poder y la misericordia divina

En nombre del Señor les transmito los deseos que a través de la oración estoy plenamente seguro que se convertirán en bendiciones y en la fortaleza que necesitarán para enfrentar las adversidades de la vida.

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