Monday, April 6, 2009

! Rayos de luz, faros, muelles y puentes!

Hace ya unos cuantos años, en los ochenta, mientras recibía entrenamiento como misionero con “Juventud con una Misión”, se nos decía cómo, algunas veces, necesitamos morir a nuestras visiones así como a nosotros mismos, para poder, como semillas de trigo enterradas en la tierra de la incógnita y la desesperanza, revivir para ser parte de algo aún más grande, de lo que inicialmente, visualizábamos podíamos llegar a ser.

Asimismo, en las lecturas asignadas, se nos encomendaba meditar en cómo un pastor de un área remota y rural, que nunca tuvo la oportunidad de viajar en giras evangelísticas, como las que se estilan hoy en día, algunas veces se preguntaba sobre el por qué nunca tenía audiencias numerosas que escucharan sus sermones.

Entre los pocos que acudían a escucharlo apenas se percataba de la asistencia de un joven, que parecía prestarle atención, pero que no tenía aspecto alguno de ser un prospecto o candidato para el lucimiento o el éxito.

Sin embargo, años más tarde, este joven se convirtió en uno de los principales predicadores en el movimiento de reavivación que sacudió a los círculos religiosos de su tiempo.

En su soledad y aislamiento ¿cómo podría este pastor haber visualizado que llegaría a ser un humilde, desconocido, pero fundamental factor de estos reavivamientos, al despertar la visión en el tímido joven que escuchaba sus prédicas?

El tan solo era un rayo de luz en la penumbra espiritual del entorno rural donde el Señor lo había sembrado. Una luz, que a los ojos mundanos tan solo se desvanecía y brillaba intermitentemente.

Estas remembranzas retrotraen a mi mente y a mi espíritu las enseñanzas recibidas sobre la necesidad de averiguar quiénes somos en Dios y encontrar nuestro lugar en la expansión del Reino de Dios en esta tierra.

En esta ocasión me referiré brevemente al concepto de la determinación de cuál es este lugar y qué rol nos ha sido designado. Teniendo en mente que el Reino de Dios es el negocio de Dios, no el nuestro.

Algunas de las más significativas enseñanzas que recibí en ese tiempo se referían a las similitudes entre nuestra razón de ser con la de los muelles que sirven de lugar de embarque en la jornada sobre aguas desconocidas. Sobre cómo Dios decide las formas y las naturalezas de cada uno de ellos, y qué tipo de muelle espiritual Él quiere que nosotros seamos.




Pudiera ser que tan solo estemos destinados a ser unas cuantas planchas de madera a medio acabar o pilotes en muelles a medio construir que aparentemente no parecen llevar a ninguna parte





O a lo mejor precarios instrumentos que tienen que ser usados a pesar de ser endebles e incompletos por los que no tienen otro recurso a la mano para cruzar los abismos de la vida.




O talvez puentes rurales, o colgantes


Como humanos que somos es natural que abriguemos el deseo de imprimir el sello de nuestra presencia sobre las acciones monumentales que puedan servir como magníficas aunque silenciosas manifestaciones o testimonios de nuestra personal grandeza en lo que se refiere a nuestros sentimientos.


Los puentes y los faros son ejemplos primarios de estos naturales deseos. Puentes que han servido de medios de comunicación y tránsito desde los tiempos más remotos





Monumentos erigidos para el servicio de los hombres por medio de la audacia y la determinación de otros hombres


Pero, sin consideración alguna a la magnificencia o la humilde estructura que pudiera llegar a constituirse nuestra presencia y nuestro actuar en esta vida, nunca olvidemos que la historia del hombre, siempre ha estado plagada, y más ominosamente hoy en día, por la ofensa y el dolor, por el abuso y la falta de amor.

Ello puede clarificar la importancia real, no la relativa, de nuestra aparente luminosidad u opacidad en lo que se refiera a acciones, fundamentos y significados de los conceptos fundamentales que rigen nuestra vida y forman parte esencial de lo que en realidad somos, no de lo que queramos ser o esperen otras personas que seamos.
Y en este razonar, recordemos que además de amar y perdonar, siempre existe la tarea más difícil de restaurar, más que de retribuir o facilitar la retribución, y la de sanar, mucho más, que tan solo el justificar, el resignarse o el buscar la venganza y el desquite.


Decidamos que queremos ser los rayos de luz en este mundo de tinieblas. Y los puentes aunque ellos parezcan desaparecer en la vastedad de la incomprensión, el rechazo, el aislamiento o la desesperanza.

Comencemos el ciclo del amor y el perdón. Y que Dios pueda fortalecer nuestros corazones y nuestros espíritus para que podamos enfrentar lo que se requiera hacer para conseguir la restauración y la sanación de nuestras y las ajenas aflicciones. Meditemos en el mensaje del video.




El perdón es una expresión de amor. El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes.

Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo.

El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó. La falta de perdón te ata a las personas desde el resentimiento. Te tiene encadenado. La falta de perdón es el veneno más destructivo para el espíritu ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes.

El perdón es una declaración que puedes y debes renovar a diario. Muchas veces la persona más importante a la que tienes que perdonar es a ti mismo por todas las cosas que no fueron de la manera que pensabas. "La declaración del Perdón es la clave para liberarte”.

¿Con qué personas estás resentido? ¿A quién no puedes perdonar? ¿Eres infalible y por eso no puedes perdonar los errores ajenos? "Perdona para que puedas ser perdonado” “Recuerda que con la vara que mides, serás medido...” El Perdón es de almas grandes! PERDONEMOS…

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